viernes, 13 de marzo de 2009



Quién pudiera aprender los largos versos

que saben las oscuras golondrinas;

ellas retornan al oír el canto

de lo que fue un lejano Ave María.

Quién dijera de pronto al recordarme:

delante de una lámpara encendida

dejaba en cada línea de papel

los versos que las páginas perdían.

Solía al ver crecidas su melena,

su lágrima y su uña andar sombría.

Y le han crecido por andarse triste

en vez de cualquier cosa, margaritas.

Y que se diga un dulce cuento al niño:

bajó la muerte a ella cierto día

en que la lluvia se volvió una gota

sobre la rosa que perdió la vida.

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